Homenaje del Centro Bivongesi a su ex presidente Cosme Marzano

El Centro Cultural Bovongesi invita al descubrimiento de una placa recordatoria en reconocimiento al ex presidente de la institución Cosme MArzano, este sábado a las 17.30 en la sede social de calle 63 1533.
Además convocan a formar parte de un coro, junto a ex integrantes del Coro Azzurro, para hacerle un homenaje al Señor Marzano, cantando «Va Pensiero», que lo hagan saber por este medio y presentarse el sábado a las 15.30 hs. en el Centro Bivongesi. Grazie.

Cosme había nacido en la ciudad italiana de Reggio Calabria, el 26 de septiembre de 1936, hijo del albañil Gilberto Marzano y Mariangela Valenti, ama de casa. Su infancia la pasó junto a sus cinco hermanos: Nicola, María Virginia, Enrique, Inés y Carmen. Como tantas familias, los Marzano llegaron a nuestro país escapando de las consecuencias de la guerra en Europa. Se instalaron primero en una humilde pensión de la zona de 17 y 65. Decidieron luego probar suerte en la provincia de Córdoba y, finalmente, regresaron a La Plata, para afincarse en una casa de 66 entre 21 y 22.

Quienes lo conocieron recuerdan que “amaba su oficio”, al que se entregó con pasión durante décadas y en el que un año tras otro robustecía su clientela. Pronto se hizo muy conocido en la Ciudad por la calidad de su trabajo. Muchos recuerdan aún que, tras una tambaleante incursión en otra actividad económica, decidió publicar un aviso en EL DIA en el que podía leerse: “Marzano vuelve a dedicarse a lo que sabe”. No hacía falta aclarar que se trataba de la sastrería. “La gente ya sabe”, solía decir, orgulloso.

Junto a Ester Olga Garritano formó una próspera familia. Se casó con ella el 26 de octubre de 1963 en la iglesia de Luján. Esa unión se prolongó en tres hijos -María Olga, Cosme Damián y Mariano Javier- y ocho nietos.

Gran impulsor del Centro Cultural Bivongesi, del que fue presidente en dos oportunidades, cultivó allí numerosas amistades con las que solía compartir cenas, salidas y partidas de cartas.

Hombre locuaz, aprovechaba el relato de anécdotas y vivencias para impartir enseñanzas y transmitir sus valores, entre los que se destacaba su defensa a ultranza de la honestidad. Sus familiares así lo recuerdan: como un hombre positivo, que supo vivir la vida y hasta el último minuto intentó perfeccionarse.

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